Tema Central
Somos la voz y la resiliencia de la transformación femenina
Por | Daniela Gómez Escobar
Psicóloga Esp. en Desarrollo Humano con énfasis en procesos afectivos y creatividad
@espacio.ser
Cuando me invitaron a escribir esta nota dudé mucho sobre si tenía algo lo suficientemente importante para decir aquí, pasaron por mi mente muchos temas, muchas reclamaciones y demandas para hacer, quise iniciar con la frase de alguna mujer rebelde que me representará o tal vez con una cifra de esas aterradoras que quebrantan los corazones de quienes seguimos aquí luchando por una sociedad libre de violencia para las mujeres, todo lo imaginé y sobre todo me cuestione ¿Van a estar de acuerdo con esto? ¿Y si no lo están?
Esperar la validación de nuestras ideas y de nuestra voz no es un sentir nuevo, hace parte de los pesos que cargamos como mujeres que se abren camino en algunos de estos espacios, donde la opinión va a ser cuestionada por sí o por no. Pude justificar cualquiera de esas ideas citando alguna escritora e investigadora célebre; porque hay muchas, pude explicar cómo desde mi ejercicio profesional he visto la desigualdad y su impacto en la vida de cientos de mujeres, pero preferí no hacerlo porque mi voz debería ser suficiente, la idea de que la transformación de la sociedad requiere innegablemente de la participación de las mujeres en espacios de interés público en donde se respeten y escuchen los saberes diversos que cada una a apropiado desde sus cunas de desarrollo primario; bien sea de su hogar, reuniones entre vecinas a la hora de lavar en el rio, aprendizajes trasmitidos de una generación a otra a través de la palabra o de la construcción de conocimientos técnicos en espacios académicos; cualquiera que sea la providencia de estas ideas deberían ser escuchadas y validadas, deberían ser suficientes para estar aquí, para que hoy me leas y tal vez compartas conmigo un sentir diferente, no el de la necesidad de validación sino el del agradecimiento y el orgullo.
Orgullo por lo que tu voz y la mía están haciendo en el lugar en el que nos encontramos, porque, aunque a veces pensemos que estas voces no son lo suficientemente fuertes para romper con estereotipos de género y desigualdades (brechas salariales, toma de decisión y autonomía, asignación de roles y tareas, etc.), igual están resonando en alguien que está cerca de nosotras, una mujer que ha creído que no es suficiente, que nunca lo será. Pero yo hoy quiero decirles que sí, que su voz hace eco en mí y en muchas otras, he conocido voces de muchos tipos; las intelectuales, las impulsivas, las dulces, las provocativas, las imponentes, las que gritan, las que casi no se escuchan porque se aturden con el miedo, las que se rompen en llanto o a carcajadas, las que abrazan y se sienten calientitas, las que corrigen y se sienten sabias y les aseguro han sido suficientes, suficientes para construir hogar, para crear espacios atravesados por la ternura y que se sienten seguros para que otras hablen, que están transformando realidades, que están cambiando la historia.
Que lo que no nombramos no existe y desfallecer en el intento de que escuchen nuestras demandas, historias y experiencias ¡no es opción!, se lo debemos a la memoria de las que, aunque quisieron no pudieron hablar, se lo debemos a las que hablaron y silenciaron, se lo debemos a las que están con nosotras hoy y a las que vendrán mañana. Susurrando o gritando somos las mujeres que transformamos esta sociedad en un espacio dispuesto a que todas seamos escuchadas, sin importar de dónde vengamos, ni cuánto sepamos, seremos valoradas por la fortaleza de vivir en este mundo tan carente de empatía que aún le cuesta entender por qué gritamos y prefieren llamarnos histéricas antes que entender que somos históricas.
A la voz de mi madre, de mi madrina, de mi hermana, de mis amigas y de todas las mujeres que han pasado por mi vida, por las que aún no conozco y tal vez nunca conoceré, sus vidas, su amor y fuerza son el respaldo de mi sentir y permanente lucha.